por Serge Kahili King
Nadie realmente sabe cuándo se elaboraron por primera vez las ideas que comprenden la filosofía Huna. Algunas de ellas han sido rastreadas hasta los escritos de filósofos griegos, hasta el Antiguo Testamento, y hasta los Upanishads de la India, pero como filosofía coherente, no se sabe cuándo surgió.
Algunas de las leyendas
hawaianas que me contaron dicen que la filosofía fue traída a la Tierra por
visitantes de las Pléyades, pero no hay manera de verificarlo. Cuando no se
puede probar la validez de ninguna explicación, tampoco se puede probar su
falta de validez.
De modo que observemos el
tema desde un ángulo completamente diferente: no cómo ocurrió que el Huna se
convirtió en una filosofía coherente seguida por los miembros de una cultura en
particular, sino cómo podría haber ocurrido.
La premisa principal de
nuestra historia es el conocido aspecto del comportamiento humano por el cual
derivamos la mayoría de nuestras ideas acerca de la vida observando el mundo
que nos rodea. En realidad, no es solo observando sino interpretando lo que
observamos en términos de nuestro idioma, cultura y experiencia personal. Es
por esto que pueblos diferentes en épocas diferentes y lugares diferentes
pueden tener ideas completamente diferentes acerca de la vida. Nuestra
historia, sin embargo, involucra a los polinesios y la filosofía que sabemos
existe hoy día.
Comenzaremos por usar
nuestra imaginación para mover nuestras mentes hacia atrás en el tiempo, muchos
siglos, tal vez muchos milenios. No tenemos fechas, pero tiene que haber sido
en una época en que los polinesios navegaban y exploraban activamente todo el
Océano Pacífico.
A diferencia de muchos
otros pueblos, ellos no se proponían conquistar o reclamar las islas que visitaban.
A veces estaban buscando lugares donde instalarse, por supuesto, y sin dudas
habría conflictos cada tanto. Sin embargo, no existen leyendas, tradiciones,
historias o artefactos conocidos que muestren intentos de crear un imperio
polinesio o un sistema de colonias gobernadas por una única patria. Lo que sí
sabemos es que adoptaban nuevas cosas de otros pueblos cuando las hallaban
útiles, como las batatas de América del Sur, y que compartían algunas de sus
cosas con otros cuando a los otros les parecían útiles, como los pollos a
América del Sur. Es posible, incluso probable, que los polinesios llegaran a
América del Sur y del Norte, Australia y Asia, además de la mayoría de las
islas del Pacífico. En el transcurso de dicha actividad también es probable que
notaran cuán diferente era la manera que tenían otros pueblos de hablar,
vestir, comportarse y creer. A partir de esta experiencia es probable entonces
que desarrollaran el primer principio del Huna, que el mundo es lo que uno
piensa que es, y que cuando cambias lo que piensas, cambias tu experiencia.
Como dice un proverbio hawaiano: ‘A’ohe pau ka ‘ike i ka halau ho’okahi – Todo
el conocimiento no se enseña en la misma escuela.
Para los antiguos
polinesios el océano no era un lugar vasto, vacío y misterioso que separaba a
la gente, sino una suerte de tierra móvil que conectaba a todos. Se encontraban
con que, sin importar en qué dirección viajaran, siempre había más océano y más
tierra con la que se conectaba. Y más gente que, aunque tenía muchas diferencias,
tenía también muchas similitudes de forma y sustancia. Por encima hallaban las
mismas estrellas, cambiando de posición del mismo modo en que lo hacen las
islas cuando pasas al lado de ellas navegando. Entonces, una idea natural, que
no hay límites -o sea, el segundo principio-puede haber surgido de esta
experiencia. Junto con el significado de conexión tuvo que existir el
descubrimiento de que cada problema tenía una solución, aún si no era fácil. El
proverbio relacionado con esto es: ‘A’ohe pu’u ki’eki’e ke ho’a’o ‘ia e pi’i –
Ningún acantilado es tan alto que no pueda ser trepado.
Una importante fuente de
comida para los antiguos polinesios provenía del mar. Pescar era para ellos una
ciencia y un arte y una necesidad. Para la pesca en océano ellos tenían una
gran variedad de anzuelos hechos de conchas marinas, hueso, marfil y madera
para diferentes peces y diferentes métodos de pesca. Es interesante que, a
pesar de la creatividad y la tecnología puestas en fabricarlos, los polinesios
le atribuían más importancia a la habilidad innata de algunos anzuelos para
atraer más peces que otros. Varias fuentes, incluyendo una leyenda sobre el
semidios Maui en que una distracción de parte de sus hermanos posibilitó que un
pez gigante escapara de su anzuelo, muestran claramente que esta habilidad
innata está directamente relacionada con la concentración, la necesidad de
mantener la propia atención en la pesca para asegurar el éxito. En otras
palabras, la energía fluye hacia donde va la atención. Esto se confirma en dos
proverbios hawaianos: Hamama ka waha he po I’a ‘ole – Cuando la boca bosteza es
una noche en la que no se atrapa ningún pez; y He makau hala ‘ole – un anzuelo
que nunca falla al atrapar (dicho de uno que atrae y conserva lo que uno
desea).
La importancia del
momento presente es parte de los idiomas de la polinesia. En hawaiano en
particular no hay tiempos verbales pasados o futuros, solamente hay marcadores
que permiten hablar del pasado y el futuro en relación con el presente.
Culturalmente, encontramos que los hawaianos no celebraban los cumpleaños ni
aniversarios de ningún tipo (con la excepción del primer año del primogénito).
Tampoco hacían predicciones a largo plazo para el futuro, excepto aquello que
podía ser deducido de un análisis de las condiciones actuales. Es posible que
este tipo de comportamiento procediera de pasar mucho tiempo en un pequeño bote
en el medio del océano, donde los temas del pasado y el futuro se disolvían en
la insignificancia a la vista de las necesidades del momento. En cualquier
caso, una parte intrínseca de la cultura polinesia es la idea de que ahora es
el momento de poder, o, en hawaiano: Noho ka mana i keia manawa – El poder
reside en el momento presente.
El conocido “Espíritu de
Aloha” es también una parte intrínseca de la cultura polinesia, inclusive donde
la palabra aloha no se utiliza. La aceptación amistosa, la amabilidad, la
misericordia, la gracia, la caridad, la compasión, el amor…todos estos
significados están incluidos en esa única palabra. Las raíces de la palabra
pueden indicar el modo en que este concepto se desarrolló. Oha significa amor,
amistad y alegría, en tanto que alo básicamente significa compartir una
experiencia cara a cara. Lo que inmediatamente viene a la mente, en nuestra
historia de polinesios de la antigüedad atravesando el océano en lentas canoas
que pueden haber transportado hasta cien personas acurrucadas por semanas o
meses, es la necesidad de desarrollar algún tipo de espíritu comunitario lo
suficientemente fuerte como para soportar los peligros, incomodidades y
desacuerdos que seguramente hayan surgido durante tal viaje. El Espíritu de
Aloha no es simplemente algo lindo de hacer. Para los antiguos polinesios debe
haber sido también vital para la supervivencia. Y de ahí la idea de que amar es
estar feliz con alguien o algo. Un proverbio hawaiano relacionado es: Ke aloha,
ke alo, ke oha, ka ha – El amor es estar en la presencia de alguien o algo,
compartiendo la alegría, compartiendo el aliento.
La idea polinesia de mana
ha sido muy mal comprendida. Lejos de ser un “fluido misterioso que permea el
universo” como gustan de pensar algunos antropólogos, o un tipo de energía como
prana o chi como gustan de pensar algunos metafísicos, mana se traduce más
exactamente como poder, en el sentido de influencia, o la habilidad de tener
influencia. En el pensamiento polinesio todo tiene mana, algún poder propio e
innato. Algunas cosas, como las fuerzas de la naturaleza, obviamente tienen
gran cantidad de mana, y algunas personas, a través de su energía, habilidad,
conocimiento, confianza o posición de autoridad, tienen considerable cantidad
de mana propio. La idea del sexto principio, que todo el poder viene del
interior, está ejemplificada por el antiguo concepto hawaiano de que el mana
reside en los huesos. De hecho, los huesos de hombres afortunados o de gran
experiencia eran atesorados como material para anzuelos de la suerte. Sin
embargo, la verdadera comprensión de que el mana es más una cosa inmaterial
proviene de este proverbio hawaiano: Aia no i ka mea e mele ana – Dejen que el
cantante elija la canción.
Los antiguos polinesios tenían muchos tipos de
canoas, muchos tipos de anzuelos para pescar, muchas variantes en sus idiomas,
muchos calendarios apropiados para diferentes islas, muchos nombres diferentes
para las mismas cosas… En resumen, eran muy flexibles en su comportamiento,
nuevamente, porque eso fomentaba la supervivencia y la creatividad. Como en la
de otros pueblos, hubo épocas en su historia en las que líderes mezquinos
temieron y reprimieron el cambio y la variación, pero de por sí los polinesios
eran eminentemente adaptables. Ellos eran buscadores de la verdad mientras
surcaban los mares, pero no de una verdad trascendente que jamás pueda ser
demostrada o utilizada con fines prácticos. Para ellos, como dice el séptimo
principio, la efectividad es la medida de la verdad. Cualquiera puede decir que
algo es verdadero, pero de qué sirve si esa verdad no tiene algún valor en
relación con vivir la vida. En mi opinión, esta actitud polinesia está
bellamente expresada en el siguiente proverbio hawaiano: Ho a’e ka ‘ike
he’enalu i ka hokua o ka ‘ale – Muestra tus conocimientos del surf en el dorso
de una ola.
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