B-A-N-G



Por Emiliano Kargieman

Mind is primarily a verb - John Dewey

Hace unas semanas, para un evento de TEDx que preparaban y al que finalmente no pude asistir, Gerry Garbulsky y Ary Nosovitzky me hicieron hacerme la pregunta ¿Que va a cambiar todo en los próximos 20 años?

No pude participar del evento, pero me gustó ordenar mis pensamientos alrededor de esa pregunta, y me quedé con ganas de compartir lo que pensé, así que acá va! ¿Que va a cambiar todo en los próximos 20 años? Un gran BANG: la convergencia de Bits, Átomos, Neuronas y Genes.



En las últimas décadas nos tocó vivir el principio de dos de las grandes transiciones de nuestra era: la infraestructura de comunicaciones achicó la tierra, y el software comenzó a comerse el mundo. Sabemos que no vimos todavía el impacto de estas transiciones: todavía hay más de cuatro mil millones de personas y muchos rincones del mundo por conectar, y la mayor parte de las industrias todavía no fueron digitalizadas. Estas dos cosas, sin duda, van a pasar en los próximos veinte años: van a quedar pocos humanos y muy pocos centímetros cuadrados de superficie de la tierra sin ancho de banda, y ninguna industria o actividad humana que no sea, de una manera muy básica, optimizada por algoritmos, transacciones de información a escala global y grandes datos. Pero las dendritas de la transformación van a extenderse a una escala que trasciende lo que hoy podemos entender como humano.

Bits. No tengo que convencerlos de que esta tendencia a la digitalización e interconexión va a seguir su curso. Las redes, discretas, de hoy se van a transformar en un continuo de sensado, procesamiento y almacenamiento de información a través de todas las capas tectónicas que definen el antropoceno: la moda, el comercio, la infraestructura, los sistemas de gobierno, la cultura y, también, la naturaleza. Es en este último bastión de lo analógico donde se esconde la convergencia que va a cambiarlo todo.

Átomos. La impresión 3D es la prehistoria. Piensen en algoritmos que optimizan el diseño de materiales y comandan la capacidad de construirlos, átomo a átomo: máquinas de manufactura convergente que, con una estructura fractal de máquinas operando máquinas más pequeñas, acomodan átomos y luego moléculas; estructuras y compuestos; mems, y componentes; piezas, subsistemas, sistemas. Máquinas que construyen desde comida hasta edificios; materiales que, a la vez, son estructura, almacenamiento y distribución de energía, de capacidad de computo: materia inteligente. Materia que es al mismo tiempo el tejido conectivo y el andamiaje de una nueva biología androide.

Neuronas. Todavía tenemos prácticamente todo por aprender del funcionamiento del cerebro. Sin embargo, son justamente los avances en genética, sensores y análisis de datos los que nos van a dar las herramientas para poder analizar el funcionamiento de tejidos in-vivo (como fue el caso de la opto-genética en los últimos años), y comenzar a integrar el mundo digital de forma directa a la plasticidad del cerebro: las próximas dos décadas verán la llegada de interfaces hombre-máquina que, por primera vez, serán interfaces directas entre redes de neuronas y redes neuronales. La plasticidad de aprendizaje del cerebro, de un lado, conjugada con la plasticidad de aprendizaje de su contraparte digital harán de la frontera entre mente y mundo una superficie permeable. El hombre extendido por la tecnología realizará la profecía de Freud, cuando hablaba de un Dios prostético.

Genes. Hace más de dos décadas que la biología está en plena transformación hacia una ciencia de datos. La reducción de costos exponencial en el secuenciamiento de ADN, primero, que hoy nos permite obtener un genoma humano completo por menos de mil dólares, y en la síntesis de ADN, que nos da las herramientas para diseñar plásmidos por computadora y recibirlos sintetizados en el laboratorio en horas, no va a detenerse. La revolución desatada por CRISPR-Cas9 hace unos meses nomás, es un excelente ejemplo: una herramienta para editar el genoma que nos permite hacer en semanas lo que solía llevar años de investigación. Los próximos veinte años nos van a ver desarrollar estas tecnologías y sus descendientes para combatir enfermedades y extender la esperanza de vida, mejorar nuestros alimentos, fortalecer el ecosistema, y convertir a la biología en una herramienta constructiva para soportar la convergencia.

Tengo poco tiempo para explorar las consecuencias de esta convergencia, pero me gustaría darles un ejemplo: imaginen un virus diseñado para infectar nuestras neuronas, que una vez dentro produce una serie de proteínas que se pliegan de forma precisa hasta configurar antenas que emiten y reciben en longitudes de onda en el sector del espectro de los rayos X; un pequeño dispositivo, del tamaño de un grano de arroz, implantado sobre una oreja transmite y recibe en esas longitudes de onda, per-procesa las señales y hace de puente de RF a una antena tatuada sobre el cuero cabelludo que puede transmitir en la versión del futuro de Wi-Fi. Imaginen todas las neuronas del cerebro conectadas, individualmente, para transmitir y recibir, a una gigante red neuronal y a través de ella a todos los contenidos de la red de redes. Imaginen acceder al mundo digital conectado directamente al cerebro. Imaginen ahora que este mundo digital incluye ensambladoras moleculares, y materia inteligente: ahora pueden reconfigurar átomos con el pensamiento; pueden crear objetos mientras sueñan. Imaginen una personalidad que trasciende la carne, viviendo en un mundo híbrido, real-virtual, de objetos atravesados por computación, llenos de vida y pensamiento. Imaginen dos mentes conectadas de la misma forma: co-pensando íntimamente en un continuo de la mente que trasciende el cuerpo y la separación de la materia. Imaginen mil mentes juntas que piensan de ese modo. O un continente; o el mundo.

La convergencia de bits, átomos, neuronas y genes va a transformar lo que significa ser humano, pero más que eso: va a transformar al organismo que algunos llaman Gaia, o Technium: el ecosistema, la naturaleza, la tierra, todos los seres vivos y la materia se van a integrar en un nuevo tejido reconfigurable, híbrido e interconectado de una complejidad vasta y de una maleabilidad infinita. Un nuevo substrato para la voluntad y para el lenguaje, una voluntad y un lenguaje que son más que humanos, por sobre las dualidades que caracterizaron nuestra manera de pensar el mundo: como sujeto y objeto; mente y cuerpo; sintético y natural; humano e inhumano.

En este nuevo universo, la mente será un verbo.

Publicado en medium.com

El autor es CEO de Satellogic, una compañía argentina que fabrica satélites pequeños hasta mil veces más económicos que los existentes. Fue matemático, hacker, empresario e inversor tecnológico.

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